sábado, 21 de diciembre de 2013

EL ROTO QUE ENGAÑÓ AL DIABLO (Leyenda chilena)

Obedecía al nombre de Bartolo Lara, era uno de esos rotos a quienes la vida no les importa un rábano. Vivió elegremente muchos años, pero un día su mirada se detuvo en los ojos pardos y adormilados de la Peta, la hija de ñor Pablo Palacios, el mayordomo.
Sintió Bartolo una extraña conmoción, un estremecimiento desconocido. Se dijo para sí: "Ha de ser el penetro de la cordillera".Pero por primera vez tuvo la necesidad de verse en el espejo de la fonda; no conocía su facha miserable. Su inconcebible traje era una superposición de harapos, sus pies negros se estrechaban dentro de unas ojotas infelices, y hasta su sombrero ostentaba muchas lindas roturas.
"La verdad es -pensó- que parezco choclo asao, ¿Cómo habré podío presentarme delante de las personas? Soy resinvergüenza". Y después de un rato -ya camino de la choza- pensó en voz alta: Si yo me arreglara no sería naíta pior. ¿Y por qué no me arreglo, ah? Sería custión de unos cuantos riales… Esto iba diciendo cuando su amigo Guata Cayúa le gritó:
  • Oye, Bartolooo, los llegó la de Dios. Tengo una cuarta e chicha de Aconcagua que llega a saltar el ojo, ¿m'escuchaste? 
  • Con tu amigo, gallo -respondió Bartolo, y corrió hacia el pajar.
Se emborrachó, peleó y alborotó. Y cuando se retiró a su rancho, el más miserable de Tango, fue cantando:
  • En la carrera de amorel qu'es pobre atrás se quea; cómo es posible que alcancesi a las ancas no lo llevan.
En un sendero que conducía a su cabaña, se volvió a encontrar con los ojos pardos, acariciantes, adormilados, de la Peta Palacios. A pesar de su borrachera, se sintió traspasado de vergüenza y procuró disimular. En realidad, estaba trastornado. Desde aquel instante, los ojos pardos adormilados fueron su obsesión; los veía en todas partes. Lo miraban desde la sombra de la noche, desde las estrellas… Se introdujeron en sus sueños y en sus puesías. Era una especie de embrujamiento.Bartolo Lara dejó de beber, se sujetó, como dicen por esas tierras.
  • Cómo te va, cabro -le dijo un día el Bandurria-; hace mucho tiempo que no se te ve. Andái rechatre, parecís hijito de rico agora; te habís puesto bien desengáñame con tiempo. 
  • Así es -respondió Bartolo, sin hacer cuestión, y pasó.
Sus amigos que eran los más estrafalarios de la aldea, decían con dolor:
  • Este ñato está endiablao. Un gallo tan chute no puee ser güen cristiano.
Y le tenían lástima. La parte seria del pueblo -que habían notado el cambio, y que sabía que Bartolo era un güen pión- lo encontraba bien. Algunos lo saludaban. Un día Bartolo se sintió con valor para acercarse a la Peta, que lo seguía embrujando con el sortilegio pardo de sus ojos buenos y también con su sonrisa cariñosa y prometedora, y le habló: Le dijo que ella era todo en su vida, que era su vida misma, que para él no había más mundo que ella… En suma, le espetó el viejo discurso que empezó en el paraíso y que tantas versiones originales tiene… La Peta se ruborízó, inclinó la frente y escapó espantada. Pero una hora más tarde estaba de nuevo en el camino del atolondrado Bartolo Lara. "Las mujeres son como las perdices -pensó Bartolo Lara-. Se vuelan tres veces y después se pescan a mano".Y siguiendo tras ella le repitió una vez más sus penas y sus esperanzas, sin encontrar más respuesta que una sonrisa y otra escapada. Pero un día que la pilló sin perros, se dijo: "Ya pasó el tercer güelo, aquí no peco". Al efecto, la tomó y la estrujó entre sus brazos cubriéndola de besos. Fueron felices varios días; pero cuando don Pablo, el presunto suegro, se impuso, le bajó una azotaina feroz a su hija -superior según él pa esas enfermedades del chape-, y para completar su obra echó a Bartolo de la hacienda, por los delitos de ser pordiosero, borracho, tahur, sinvergüenza y sin respeto.Ningún argumento pudo convencerlo. Entonces Bartolo, desesperado, buscó de nuevo a sus amigos, gastó sus ahorros, empeñó su traje y volvió a sus deshonrosos harapos. Cuando se vio solo, abandonado, sin una esperanza, perdido en el centro de un dolor vergonzoso, se encaminó a la montaña. Estaba ofendido, humillado, quería encontrar la manera de deslumbrar a su suegro con su poder. Deseaba encontrar una mina, tener un caballo corredor que no perdiera nunca, una baraja que se despintara a voluntad…, pero nada encontró. ¿Cómo había de encontrar? "Y si llamara al diablo", pensó. Y después de un rato: "Me condenaría, sin reclamo… Y que tanto será condenarse… Yo me condeno sin asco, si así tengo a mi ñata". Se fue directamente a un cerro alto donde decían que había una cueva de brujos que tenía correspondencia con la de Salamanca… Temblando de pies a cabeza y cubierto de sudor, hizo la llamada. (Esperaba que no vendría…) Pero de pronto sintió como el estruendo que precede a los terremotos, luego una luz como un gran relámpago, enceguecedor, magnifico, rodeado de una nube de azufre, y en el centro, a su diabólica majestad… con sus bigotes retorcidos, su aguda pera, sus grandes cachos y su rabo ahorquillado. El mismo diablo que tantas veces viera pintado en las imágenes. Bartolo estaba tan asustado que no supo escapar. El diablo se reía con carcajadas que hacían temblar la montaña.
  • Qui'hubo, ñato -le dijo-, ¿no me llamaste pa hablar conmigo? ¿Por qué querís apretar agora? -Como se ve, el diablo era criollo-. Miren la laya de hombre que es el roto más entallado e Tango… No sirve ni pa'l cuero.
Al oír la ofensa, Bartolo reaccionó.
  • No te tengo mieo, gallo, pero es que esas no son maneras de presentarse. 
  • Caa uno tiene su moo de apiarse, pues, ñato. Güeno, ¿qué se te ofrece? 
  • Quiero que me dis cien pesos por mi alma. 
  • Chi…, ¿tás malo e la cabeza? Tu alma no vale ni medio chico. Vos tás condenado, Bartolo, sos roto muy malo, mirá… 
  • No s'ensarte, ñor diablo, mire que yo puedo cambiar. ¿Qué me cuesta ponerme recatólico, ir a misa, besar los ladrillos, comerme un saco de hostias y sacarle el cuerpo a las barajas y a la baya? Déme cien pesos… Aprovecha, qu'estoy rializando. Es muy barato. 
  • Te los voy a dar. ¿No pedís más? 
  • No, eñor. Pa lo que hay que ver, con un ojo sobra. 
  • ¿Y cuanto te vengo a llevar? No le pongái mucho plazo, mira qu'estoy cabriao. 
  • Ya'stá al uso e los agencieros, ya. ¡Lléveme hoy mesmo, eñor, ya'sta! 
  • ¡Cómo se te ocurre! Hoy no puee ser. 
  • Lléveme mañana, entonces. 
  • ¿Mañana? Ya varea. Güeno, hay que hacer una escritura. 
  • Ya. Hagámosla en puesía, que diga así: Bartolo Lara,como te había de llevar hoy, te llevo mañana. 
  • ¿Qué le va hallando? 
  • No 'sta na e pior.
Con sangre del dedo del corazón de Bartolo se firmó la cédula y el diablo se alejó satisfecho de su buen negocio.Bartolo se cacharpeó de nuevo, hizo un regalo a su novia y convidó a todo el pueblo. En aquella época cien pesos eran mucho dinero en una aldea como Tango. Al día siguiente, volvió al sitio del pacto. Puntual llegó el diablo y le pegó un chiflío.
  • Qui'hubo, Bartolooo… 
  • Me alegro de verte, cumpa. 
  • Sabrás que te vengo a uscar. Te tengo una pieza arreglá en el infierno. 
  • Me viene a uscar, ¿y por qué? 
  • ¿Sabe que me gusta? ¿No te acordáis del pacto? 
  • Claro que me acuerdo. Pero no es hoy cuando tienes que llevarme. Es mañana. 
  • ¿Cómo mañana? ¿Me querís hacer chupe? 
  • Chi…, lo que falta agora es que lo engañe. Usté se cree qu'el diablo soy yo… Pero esto es fácil de cortarlo. Veamos l'escriturita. Lea lo que dice. ¿Ve?
Bartolo Lara,como te había de llevar hoy,te llevo mañana.
  • Tenís razón… Es mañana. 
  • Déjame otros cien pesos pa que no pierda el viaje, siempre le salgo barato.
Como el diablo no es tacaño, le dejó cien pesos y se fue. Bartolo repitió la hazaña al día anterior, admirando a todo el mundo. Esperó de nuevo al diablo, y una vez más le mostró que el plazo espiraba al día siguiente. La escritura que él estaba dispuesto a cumplir era clara:
  • Bartolo Lara,como te había de llevar hoy,te llevo mañana.
A la cuarta vez el diablo se dio cuenta. Furioso le gritó:
  • Me hiciste leso, roto facineroso. Esto me pasa por meterme con estos rotos sin educación. 
  • Por tantas pieiras que hay en el río - repuso Bartolo, con sorna. 
  • Toma tu cédula, no quiero oír hablar más de vos, roto apestoso; el infierno es pa las personas bien criás. -Y reventó como cohete…
Así termina la historia del roto que engañó al diablo. Y agrega que aunque la mujer es más difícil de manejar que el mismo diablo, Bartolo supo avenirse muy bien con su adorada Peta, la de los ojos pardos y adormilados y de la sonrisa buena.

Perez, Floridor. (1992). Mitos y Leyendas de Chile.

3 comentarios:

  1. jajajajajajaja... me quedé maravillado con esta leyenda... gracias por compartirla... Saludos!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. :)

      Gracias a tí por darte el tiempo y pasar por este sitio. ¡¡¡Saludos!!!

      Eliminar
  2. Me acordé de los cuentos de Pedro Urdemales que me contaba mi papá... gracias por compartir, me encantó tu blog

    ResponderEliminar